30 DE AGOSTO
MIÉRCOLES XXI T.O.
Mt 23, 27-32
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Jesús en el evangelio de hoy vuelve a reprochar a los fariseos su actitud, concretamente su hipocresía.
Debemos revisar nosotros también si somos personas auténticas y si nuestro actuar se corresponde con nuestra vivencia interior.
Debemos vivir como Dios quiere, que es sin hacer teatro y con sencillez.
Hemos de huir de la afectación y de tener más capas que una cebolla.
La llaneza y la simplicidad deben ser nuestra carta de presentación, como también son la carta de presentación de Cristo y del Evangelio.
No hemos de confundir la simplicidad con la superficialidad.
La simplicidad es la virtud de quien ha sido despojado por el Espíritu de todo lo que estorba para la unión con Dios.
La superficialidad es la incapacidad para ahondar y profundizar. No sólo no tiene que ver con la sencillez sino que puede dificultarla, pues la poca profundidad dificulta la vivencia de la cruz, la cual, bien vivida, es lo que más simplifica al alma.
Hay veces que la cruz son heridas del pasado, otras veces son dificultades en la convivencia, desengaños o traiciones.
A veces la cruz son enfermedades.
También pueden ser dificultades para llevar a cabo una empresa.
He estado hoy con una amiga y me cuenta que su trabajo no le llena. Esto también es una cruz. Siempre y cuando veamos la voluntad de Dios ahí y vivamos esa circunstancia con amor.
Jesús, te pido simplicidad para que me hagas tuya.
Hoy hago LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ♥ en el bus. Seamos contemplativos en el mundo.
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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