1 DE NOVIEMBRE
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Mt 5, 1-12
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En la fiesta de todos los santos la Iglesia nos da como alimento el evangelio de las bienaventuranzas, que constituyen todo un programa de santidad.
Es como si la Iglesia nos dijera: "Esto es lo que han vivido los santos", para que lo vivamos también nosotros.
Si nos fijamos, hay muchas bienaventuranzas que nos hablan de las virtudes de los santos.
Así por ejemplo, los santos han sido pobres de espíritu y humildes, han sido mansos, personas nobles y limpias de corazón, han tenido hambre y sed de justicia y han sido misericordiosos y pacíficos.
Todas estas virtudes han resplandecido en ellos por obra del Espíritu, porque los santos han sido sobre todo hombres y mujeres que se han dejado hacer por el Espíritu, y todas esas virtudes no han sido otra cosa que el Amor de Dios habitando en ellos.
Hoy quería fijarme en otras bienaventuranzas que, curiosamente, nos hablan, no de las diversas facetas que la caridad ha adoptado en los santos ( pobreza de espíritu, mansedumbre, justicia, misericordia,... ) sino de cómo ha sido su vida:
"Bienaventurados los que lloran porque serán consolados"
"Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia porque de ellos es el reino de los cielos"
"Bienaventurados cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres porque vuestra recompensa será grande en los cielos".
Es como si hubiera bienaventuranzas que nos mostraran cómo actúa el Espíritu en el alma de los santos, mientras que otras nos muestran más bien cómo es su vida. Hoy el Espíritu me sugiere fijarme en éstas últimas.
Es curioso porque la palabra Bienaventurado significa "feliz" y sin embargo los santos han sido felices en situaciones muy difíciles.
Hoy quería fijarme en ese detalle, que no es un detalle de poca importancia, y que viene recogido en las Bienaventuranzas: Cómo la Providencia no ha rodeado a los santos de facilidad y de comprensión sino más bien de todo lo contrario.
Han sido personas muy probadas, muchas veces incomprendidas, a menudo calumniadas, perseguidas y a veces hasta expulsadas, olvidadas o arrinconadas.
A veces Dios ha permitido que los que más tenían que acogerlos los hirieran y traicionaran.
Estas facetas de las vidas de los santos no nos deben pasar desapercibidas sino que hemos de meditar en ellas porque esas virtudes esculpidas por el Espíritu en ellos, que aparecen recogidas en las otras bienaventuranzas mencionadas antes, han sido vividas muchas veces en situaciones adversas y dolorosas.
A menudo tuvieron que resolver dificultades, a menudo recibieron palos y a veces sufrieron soledad y exclusión.
Recordemos a san Juan de la Cruz encarcelado por sus hermanos de religión, a san Enrique Ossó olvidado por la propia congregación que él fundó, al beato Pablo vi incomprendido por querer aplicar el Concilio, a santa Faustina Kowalska y a santa Bernardita, que sufrieron de incomprensiones y envidias, a santa Teresa de Jesús, que en la Iglesia no recibió más que palos...
Esas vidas santas se desarrollaron muchas veces en medio de la purificación, de la soledad, la traición o la incomprensión.
La persecución y la calumnia fueron muchas veces el signo de la cruz en medio del cual se desarrollaron sus vidas, su amor incondicional a Cristo, su entrega y su identificación con Él.
No podemos olvidar que las vidas de los santos no sólo han sido santas sino también difíciles, y que muchas veces se han identificado con Cristo en medio del dolor, la soledad y hasta la oscuridad, como santa Teresa de Calcuta.
Hoy damos gracias a Dios por los santos, los canonizados y beatificados y por toda la gran multitud de santos, y también damos gracias porque fueron felices y fieles en la cruz.
Hoy nos abandonamos al Señor y pedimos que Él nos haga santos.
Hoy más que nunca PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.