LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ♥🙏🏻
27 DE MAYO
Mt 28, 16-20
Jesús dijo a sus discípulos "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
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Jesús ha dejado un gran poder a la Iglesia y a los cristianos, pues bautizamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es Dios el que viene a vivir al alma del bautizado y toma posesión de ella pero se sirve de la persona que lo bautiza, que actúa en su nombre.
Hay muchas cosas que hacemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: comenzamos la Eucaristía y cualquier sacramento, comenzamos un rato de oración, bendecimos la mesa o simplemente invocamos a las Personas de la Trinidad cuando comenzamos algo importante.
Padre, Hijo y Espíritu Santo. El misterio de Dios es inabarcable.
Si pudiéramos entender el misterio, no se trataría de Dios y no sería misterio.
No se trata pues de entender sino de dejar que la fe nos presente a la Trinidad como misterio de Amor en el que creemos desde la simplicidad de la humildad, sabiendo que la fe transciende el entendimiento.
Nuestro Dios son tres Personas y hemos de amar a cada una y tratar a todas y cada una.
Al Padre nos dirigimos en el Padrenuestro.
Al Hijo lo tratamos continuamente. Le cantamos en Navidad, meditamos en su Palabra, lo amamos en su Pasión, lo adoramos en su Resurrección.
Nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre y lo adoramos en la Eucaristía, sabiendo que, si Él habita en nuestra alma, también están con Él - y contigo y conmigo -el Padre y el Espíritu.
Al Espíritu lo invocamos para que nos dé su gracia y sus dones, para que nos haga fieles y contemplativos (en medio del mundo o en la soledad del claustro, porque el Espíritu nos da su gracia para ser contemplativos allí donde estemos).
Y la contemplación - Regalo del Espíritu - tiene que llevarnos a la gratitud y al amor.
"¡Oh Trinidad santa, yo te amo!" tenemos que exclamar muchas veces, agradeciendo al Padre el habernos pensado desde toda la eternidad, el habernos dado la vida, el habernos dado a su Hijo y el habernos hecho hijos suyos.
Agradeciendo al Hijo el habernos redimido y haberse entregado y el habernos dado la Eucaristía.
Agradeciendo al Espíritu el acudir inmediatamente cuando lo invocamos, el derramarse continuamente si no ponemos obstáculos.
El Espíritu Santo es el que nos mueve a orar y el que nos moverá a exclamar: Oh Trinidad, Dios que nos amas, sumérgeme en Ti y haz que mi vida - por tu Acción, no por mérito mío - descubra a los hombres tu Amor.
Gracias!
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
