29 DE OCTUBRE
DOMINGO XXX T.O.
Mt 22, 34-40
"Jesús dijo "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el primero. El segundo es semejante a éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"".
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Hoy me he fijado en que Jesús nos pide que lo amemos
- con todo el corazón
- con toda el alma
- con toda la mente.
No vale decir simplemente "yo amo". Hay que ver si todas nuestras potencias y posibilidades de amar están puestas en Él.
Jesús nos dice que el mandamiento del Amor a Dios es el primero y principal.
El Espíritu de Dios es el Amor y es Él el que tiene que amar a todas las personas en ti y en mí.
Por eso, si amamos a Dios, Él amará al prójimo en ti y en mí, desde ti y desde mí, porque ya nos dijo Jesús "Al que me ama, mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él".
La vida se convertirá así en amor. La contemplación de la Trinidad, que nos habita, nos llevará al amor, y el amor se manifestará acogiendo a la Trinidad presente en el alma.
Contemplaremos a la Trinidad presente en la persona, en la propia persona y en la persona de los demás, Cuyas Personas se aman entre Sí, La Cual desde el alma de la persona ama a la persona en cuya alma habita, y ama también a todas las personas, desde el templo que es la persona en la que habita.
Amar a Dios se convierte así en no poner obstáculos a que Él nos habite por dentro. De esta forma desarrollamos toda una vida de Amor.
Amando a Dios, Él nos ama y nos habita. Y nosotros, entrando en esa dinámica de amor la potenciamos aún más, porque al mismo tiempo acogemos y amamos a la Trinidad y acogemos y amamos al prójimo, participando del Amor de Dios.
Vale la pena situarnos desde cada nivel del ser humano -el corazón, el alma, la mente- y ver si son de Jesús.
Vale la pena entregar a Dios todo el corazón. Que la afectividad sea suya. El cariño, lo más profundo, íntegro y sincero de la persona tiene que ser suyo.
Vale la pena que la voluntad sea suya, para que hagamos la voluntad de Jesús y la Trinidad venga a vivir en nuestra alma.
Vale la pena darle a Jesús todo el ser, también la mente, los pensamientos, las ideas, la memoria purificada.
Dejémonos ser de Dios, dejemos que Él nos haga suyos, y así viviremos en comunión con Él y con los hermanos, esto es amar a Dios y al prójimo.
Y este amor ha de manifestarse de forma concreta, con favores, con ayuda, con escucha, con preocupación por los demás, con acogida, con evangelización. Con oración.
PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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