17 DE NOVIEMBRE
Lc 17, 26-37
Jesús nos habla de un día especial y decisivo, en el que Él se manifestará.
Es un día para el que hay que prepararse con recogimiento y con oración.
Él se refiere a ese día como "el día en que se revele el Hijo del hombre".
Realmente en la cruz Cristo se reveló como Sacerdote, como Dios y como Rey.
Tenemos que verlo así y contemplarlo muchas veces así, crucificado, como nuestro Rey y Señor.
Cuando Jesús expiró tembló la tierra, se aparecieron personas que habían muerto y el cielo se oscureció. Parecía que venía el final del mundo.
Jesús termina diciendo unas enigmáticas palabras: "Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres".
Quizá Jesús se refería a su propio cadáver.
¿Quiénes eran los buitres?
¿Los romanos con su águila?
¿Estaba refiriéndose Jesús a quienes custodiarían su cadáver?
Parece darnos una señal para reconocer cuál será ese día de su revelación.
Creo que tenemos que tener claro que, aunque Jesús dio esa señal para reconocer ese día, los que seguimos y amamos a Jesús seguimos y amamos a Alguien resucitado, no a un cadáver.
Creo que lo importante de este evangelio es recordar que debemos esperar en Cristo resucitado, porque seguimos, amamos y esperamos a Jesús resucitado.
Creo que importa mucho que estemos preparados para encontrarnos con Él, con el Señor vivo y resucitado.
Nos encontramos con Él en cada Comunión, en cada rato de oración, en cada confesión.
También nos encontraremos con Él al final de los tiempos y en la otra vida.
Ven, Señor Jesús
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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