8 DE DICIEMBRE
SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA
Lc 1, 26-38
El arcángel Gabriel le anuncia a María que va a ser Madre de Dios. Ella se sorprende, porque es virgen, y el arcángel le explica que la concepción divina será por obra del Espíritu Santo.
Ella acepta el plan de Dios y el Hijo de Dios se encarna en sus entrañas.
El saludo del arcángel comienza con estas palabras: "Alégrate, llena de gracia". Hoy celebramos precisamente su plenitud de gracia, que Ella es la Llena de gracia y que está llena de gracia.
Otros días celebramos de nuestra Madre su nacimiento, la Encarnación del Hijo en sus entrañas, su maternidad divina, su Asunción al cielo, su Coronación, ...
Hoy celebramos su Inmaculada Concepción, el haber tenido el privilegio de ser concebida sin ninguna inclinación al pecado.
¿Por qué hizo Dios esto?
Para que pudiera responder y vivir su vocación de Madre de Dios.
A todos se nos da lo que necesitamos para vivir nuestra vocación - la que sea, casado, consagrada, sacerdote - : se nos dan cualidades humanas y gracias para que podamos responder a lo que se nos pide.
A la Santísima Virgen también se le dio lo que necesitaba: necesitaba ser concebida inmaculada y se le dio.
Se le concedió porque era mucho más importante el alcance de su vocación que el hecho de que el género humano no había sido redimido, ya que Ella iba a ser Madre de Dios precisamente para que Dios redimiera al mundo por su Hijo.
Por la repercusión de su vocación, porque estaba en juego la salvación de las almas, se le concedió este privilegio.
Esto es lo que hoy celebramos: la Inmaculada Concepción de María, que el evangelio de hoy nos hace próxima y cercana en las palabras que le dirige el arcángel: "Llena de gracia".
Celebramos al mismo tiempo la Misericordia de Dios, pues, haciendo inmaculada a María, nos tenía a todos en mente: es un privilegio de María del que nos beneficiamos todos, pues por ese privilegio y por su sí entró en este mundo el Amor de Dios encarnado en su Hijo.
Damos gracias a Dios por su Misericordia y a María por su correspondencia y fidelidad y nos sentimos todos pobres pecadores necesitados del perdón de Dios.
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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