11 DE FEBRERO
Mc 1, 40-45
En el evangelio de hoy Jesús cura a un leproso.
Se acercó el leproso a Jesús y le dijo "Si quieres puedes limpiarme" y Jesús le dijo "Quiero, queda limpio".
La lepra no era sólo una enfermedad sino, lo que es peor, un estigma social y público.
El leproso quedaba proscrito y excluido. Todos salían corriendo si tropezaban con él por algún camino.
La lepra me recuerda al bullying.
Con esta palabra se expresa el concepto de quien es expulsado de un grupo.
Se marca a la persona como non grata porque alguien - normalmente quien manda - lo decide así.
Se la humilla públicamente y se crea un entorno de frialdad a su alrededor.
El bullying es desquiciante porque la persona no puede hacer nada. Sólo puede irse impotente.
Se le practica algo que es muy ladino y para llevarlo a cabo hace falta un grupo que mire para otro lado.
Hace años viví esto y me sentí así, como una leprosa.
En realidad todos tenemos la lepra del pecado y tenemos que ponernos ante Jesús y decirle "Si quieres puedes limpiarme".
A Él no le dan asco nuestras heridas.
A veces quedan heridas del pecado, del propio pecado o del de los otros.
Esas heridas también son una lepra pero Jesús nos coge, nos acoge, nos toca y nos cura.
Para eso ha venido, para curar a todos los leprosos que hay en su Corazón, que somos todos.
Para que nos identifiquemos con Él y nuestras heridas sean transformadas por la Gracia en Heridas transfiguradas a imagen de las Llagas de Jesús.
Hoy le decimos a Jesús "Si quieres puedes limpiarme".
PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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