sábado, 7 de julio de 2018

LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ❤🙏🏻

8 DE JULIO
Mc 6, 1-6



En el evangelio de este domingo Jesús vuelve a su pueblo y predica el sábado en la sinagoga.

La gente se sorprende y se escandaliza porque para ellos Jesús era simplemente el hijo de José y de María.

Él les dijo "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa".

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El evangelio de hoy da mucha pena porque los vecinos de Jesús lo despreciaron y no supieron reconocer la santidad y la verdad.

🕯RECONOCER LA SANTIDAD

A veces pienso en la posibilidad de que podamos estar conviviendo con santos sin saberlo. Lo pienso mucho más desde que el papa nos ha hablado de los santos anónimos.

Para descubrir a esos santos anónimos nos encontramos una mayor dificultad si se conoce de siempre a la persona.

No porque la persona no tenga una integridad moral y lleve una vida de testimonio, quizá con errores, sino porque a veces tenemos la tendencia errónea de idealizar lo novedoso y la miopía de no saber leer con profundidad lo que una persona puede estar escribiendo sobre Dios y sobre los demás con su vida.

No digamos ya si con esa persona falta caridad, y hubiera envidias, rivalidad...

Hay además otro problema que es la falta de profundidad espiritual que lleva a relacionar la santidad con lo espectacular.

Esto no sucedería si se hiciera más oración, pues en la oración el Espíritu nos enseña que eso no es así, y que la santidad suele ir marcada con un sello de humildad y sencillez.

🕯RECONOCER LA VERDAD

Al pensar en las palabras del Señor de que nadie es profeta en su tierra me viene al corazón también la profecía de los que hablan en conciencia y dicen lo que creen que tienen que decir, para el bien del mundo y de la comunidad. A menudo esa profecía cae en saco roto y parece que resuena menos que la voz del pregonero.

Conozco a una persona que advirtió a otras de unas formas poco ortodoxas de llevar a cabo una actividad. El resultado fue la marginación.

Incluso su propia familia le recriminó haberse expresado. (Lo hicieron por protegerla).

Llegó un documento de Roma y le dio la razón pero no le sirvió más que como pequeña satisfacción personal, era algo que corroboraba lo que ella honestamente pensaba.

Es un mal principio que tenemos a veces las personas y que deberíamos cuidar. Escuchamos muchas veces a quien viene de fuera y apartamos al que conocemos, al que no tiene más credencial que la normalidad.

Creo que son síntomas de poca oración, de poca purificación.

Pues si sólo nos importa la verdad y seguir al Señor, reconocernos el buen espíritu porque nos lo ha metido Jesús en el corazón, y no nos quedamos en la apariencia, reconocemos la verdad y nos gusta incluso más si viene acompañada de sencillez.

Hoy pidamos en la oración que Jesús nos cambie el corazón para que reconozcamos la verdad y la santidad.

Si tenemos rectitud de intención, no nos quedaremos en las apariencias ni en el miedo ni en si conocemos mucho o poco a la persona. Sólo nos importará lo que agrada al Señor y lo que nos acerca a Él.

María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.


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