En el evangelio de hoy Jesús nos dice que no juzguemos a nadie.
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Muchos problemas de la vida cotidiana no existirían si no se hicieran juicios.
A menudo estamos demasiado acostumbrados a juzgar, hasta el punto de que hay gente que lo hace con tanta facilidad que lo ve como algo normal.
Podemos decir que unos hechos no están bien - si no están bien, no están bien - o desahogarnos de un disgusto con alguien de confianza.
Pero no podemos culpar a nadie de nada, porque eso supondría que ya hemos hecho un juicio en nuestro interior.
Hay personas que por nuestro oficio o profesión tenemos que emitir juicios para poder llevar adelante nuestro trabajo: los jueces deben juzgar, los padres y profesores debemos emitir juicios para poder educar.
Pero, quitando estas circunstancias, debemos tener mucho cuidado a la hora de hacer juicios.
Podemos ser precavidos con unas personas u otras, pero no podemos pronunciar un juicio y decir si alguien es culpable o inocente, porque no tenemos todos los datos, sólo Dios conoce el corazón de cada hombre.
Por eso, para no equivocarnos, en lugar de declarar culpables a los demás, declarémoslos inocentes, y, ante cualquier suceso, en lugar de culpar, disculpar.
Pidamos al Espíritu Santo que nos dé sabiduría y misericordia.
María Dolores, virgen consagrada, archidiócesis de Madrid.
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