LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ❤❤🙏🏻🙏🏻
1 DE SEPTIEMBRE
VIERNES XXI T.O.
Mt 25, 1-13
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Hoy el evangelio nos presenta la hermosa parábola de las vírgenes sensatas y las vírgenes prudentes.
Cinco vírgenes sensatas y cinco prudentes que esperaban al Esposo.
Llegó el Esposo y unas estaban preparadas y otras no, unas entraron al banquete de bodas y otras no.
La Iglesia hoy, igual que ayer, nos está insistiendo por medio de la Palabra en que hemos de estar preparados para cuando Cristo venga para llevarnos con Él al banquete de bodas de la eternidad.
Esta parábola es hermosa porque nos invita a vivir la existencia igual que una enamorada que espera a su prometido que está fuera, y lo espera para casarse con él en un matrimonio perpetuo.
Lo bonito no es ya la espera, sino los matices que conlleva la espera de una mujer enamorada, que vive la vida como una antesala de la boda con su Amado.
Esta parábola es muy apropiada, pues, para la meditación de mujeres consagradas, pero puede servir para todos, sea cual sea nuestra vocación, pues todos estamos llamados a vivir la vida como una espera de amor, a entender la vida como una espera amorosa hasta que nos encontremos con Jesús.
Tendríamos que preguntarnos si vivimos la vida con la ilusión de quien está esperando a su Amor para casarse. Esta perspectiva lo cambia todo.
El Evangelio dice que las vírgenes necias no entraron al banquete de bodas porque no llevaban suficiente aceite. Se fueron a comprarlo y, mientras, llegó el Esposo, se cerró la puerta y se quedaron fuera.
Pero el problema no es la falta de aceite. ¿Es que se puede concebir que una mujer enamorada esté esperando a su prometido y no haya cuidado los detalles?
El problema no es la falta de aceite sino la falta de amor.
No haber vivido abiertos al Espíritu para adquirir la sabiduría y la prudencia propias de la santidad.
El problema es dar importancia a las cosas de este mundo y perderse en vanidades y necedades.
El problema de las vírgenes necias es que no estaban enamoradas. Estaban dispersas y no tenían costumbre de orar. Por eso en la noche espiritual se quedaron sin luz y, aunque el Esposo las buscaba, estaban ausentes.
Creo que lo más importante de este evangelio es que tenemos que entender la vida como una espera enamorada.
El amor nos llevará a cuidar los detalles y a no vivir dispersos.
Este evangelio también nos recuerda que necesitamos la oración como respirar.
La vida muchas veces es un camino a oscuras y la fe nos da luz pero la fe se apaga si no hacemos oración.
La oración es el aceite que las vírgenes prudentes llevaban consigo y que en la noche de la fe mantiene la luz y nos ayuda a permanecer atentos a Jesús.
Mientras esperamos al Esposo, estemos siempre con EL CORAZÓN A LA ESCUCHA ♥.
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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