13 DE AGOSTO
DOMINGO XIX T.O.
Mt 14, 22-33
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En el evangelio de este domingo se narra la escena en la que Jesús anda sobre el agua.
Jesús se separa de sus discípulos para irse a orar solo y mientras a ellos, que estaban en la barca, les sobreviene una gran tormenta.
Jesús se reúne con ellos andando sobre el agua. Al verlo, se asustan, pero Él los calma.
Pedro se lanza a andar sobre el agua junto a su Maestro pero al poco duda y se hunde. Jesús lo agarra y le recrimina su poca fe.
Hace unos días también leímos este evangelio, el cual toca el tema del miedo, aunque más profundamente toca el tema de la fe.
En realidad toda la escena en sí misma es una metáfora de la vivencia de la fe.
Es Jesús el que se acerca a nosotros y nos sorprende en los quehaceres de la vida.
Como a los discípulos en la barca, Él se acerca a nosotros.
El proceso de la fe siempre es iniciativa suya y siempre es sobrecogedor y sorprendente.
Como a los discípulos, en un primer momento nos puede sobrevenir el temor al intuir la grandeza de la fe y de lo sobrenatural. Así les sucedió a los discípulos al ver a Cristo viniendo hacia ellos andando sobre el agua.
La reacción de Pedro de lanzarse al agua para estar con Jesús también es muy elocuente del proceso de la fe, porque aunque la iniciativa es de Jesús, tiene que haber una respuesta.
Tiene que haber, sobre todo, un encuentro con Cristo, personal y real: no podemos basar nuestra fe únicamente en lo que nos dicen o nos cuentan. Pueden ayudarnos las enseñanzas y testimonios de otros, pero, si no hacemos un camino personal, la fe puede tambalearse en cualquier momento.
El lanzarse al agua también es elocuente y significativo, porque la fe comporta un riesgo y supone un lanzarse al vacío, sin embargo no hemos de temer, porque nos espera Cristo, nuestro premio es Él, y sabernos sostenidos por Él, también en las dudas.
El hecho de andar sobre el agua también expresa muy bien la vivencia de la fe, en la que sabemos que algo maravilloso nos sucede y que Cristo está con nosotros.
Caminamos sin seguridades pero la fe nos sostiene y nos lleva hasta Cristo, en medio de la tormenta y a veces de la oscuridad.
Ésta es la fe, nos sobreviene misteriosa, más allá de la naturaleza humana, caminamos sabiendo que nos sucede algo que nos desborda y que nos supera.
Tras andar sobre el agua, Jesús y Pedro vuelven a la barca con los demás. El encuentro con Cristo, cuando es verdadero, nos devuelve a la comunidad, para vivir la fe en la Iglesia, igual que Cristo y Pedro volvieron a la barca con los demás.
También el encuentro con Cristo nos lleva a orar juntos con los hermanos, y a confesar juntos la fe, tal como sucede en el evangelio: "Los de la barca se postraron ante Él diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios"".
El proceso de la fe también nos muestra que, si alguien tiene un encuentro con Cristo, a continuación lo tenemos todos, porque Cristo se hace presente en su Iglesia y el testimonio de otros nos ayuda.
Creo que lo más importante que nos dice esta Palabra es que no vivamos la fe únicamente por lo que otros nos comparten, aunque sea importante, sino que tenemos que tener un encuentro personal con Cristo y vivir la fe de modo personal, tenemos que poner a LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥ como hizo Pedro.
"Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti"
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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