6 DE SEPTIEMBRE
MIÉRCOLES XXII T.O.
Lc 4, 38-44
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Jesús predicaba, curaba enfermos y expulsaba demonios.
La gente lo buscaba para pedirle curaciones y también lo buscaba cuando se iba él solo a un lugar solitario, para que no se fuera y se quedara con ellos.
Él les contestaba "Es necesario que proclame el reino de Dios también a otras ciudades".
Nuestra forma de ayudar a los demás ha de ser como la de Jesús. Tenemos que estar disponibles para todos, ayudar a todo el que lo requiera, pero no dejarnos acaparar por nadie, no ser propiedad de nadie sino estar abiertos a todos.
Esta idea vale para todos pero especialmente para las personas consagradas y los sacerdotes.
Somos de todos y no nos cerramos a nadie pero, al mismo tiempo, y precisamente por eso, no dejamos que nadie nos retenga.
No perdemos nuestra libertad y al mismo tiempo estamos abiertos a toda persona que Jesús ponga en nuestro camino.
Para los casados lo primero es su familia, aunque también ellos tienen que estar abiertos a todos.
Para los consagrados y sacerdotes nuestra familia son todos y, al mismo tiempo que nuestro corazón se dilata y caben todos, al mismo tiempo y precisamente por eso, nuestro corazón permanece libre y siendo de todos no se deja atar por nadie, que no quiere decir que no queramos a la gente o que no tengamos amigos, sino más bien lo contrario.
El corazón se deja seducir por Cristo y el ser sólo de Dios permite una libertad que al mismo tiempo configura el ser de la persona disponiéndola para testimoniar el Amor de Dios y para la misión.
Esto es lo que observo en el evangelio de hoy: que Jesús estaba libre para todo el que lo requería pero al mismo tiempo tenía libertad para ir y venir donde consideraba, por el bien del Evangelio.
Esta mezcla de entrega y libertad sólo puede darla el Espíritu y se consigue si sólo buscamos a Dios.
La da Dios cuando hacemos oración, pues es el Espíritu el que toma nuestro corazón, lo hace libre y lo purifica para la entrega.
Un corazón entregado y libre es un CORAZÓN A LA ESCUCHA ❤
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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