7 DE OCTUBRE
FIESTA DE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL ROSARIO
Lc 1, 26-38
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La Iglesia nos ofrece hoy el precioso evangelio de la Anunciación y la Encarnación.
Escuchemos o leamos con gratitud, reverencia y espíritu contemplativo.
El Cielo y la tierra se unen de forma admirable: un arcángel viene de parte de Dios y le anuncia a una mujer virgen que va a ser Madre de Dios por obra del Espíritu Santo.
Es la obra más grande del Espíritu Santo.
Era como decirle a santa María que el Amor de Dios se iba a volcar en Ella hasta desbordarla.
Más Amor de Dios imposible.
La Trinidad se preparó un Cielo en Santa María.
El Padre deposita en Ella su complacencia, el Espíritu la llena de gracia, el Padre se recrea en su Obra, la mira, la ama, la ve llena de gracia.
María dice sí, el Espíritu desciende sobre Ella y el Hijo de Dios se encarna en el Cielo de su vientre.
Ella tenía que ser virgen para asemejarse al Cielo lo más posible, allí donde ya no se buscará ni marido ni esposa porque viviremos como ángeles.
La Trinidad se preparó un Cielo en Santa María.
El amor de María hizo de su vientre un Cielo para su Hijo.
Gracias a Ella pudo venir Dios al mundo a amarnos, como deseaba desde toda la eternidad.
"Mis delicias es estar con los hijos de los hombres".
Con cada avemaría le mostramos a María nuestro cariño y gratitud y rememoramos la Anunciación y Encarnación. Recemos muchos rosarios.
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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