8 DE OCTUBRE
DOMINGO XXVII T.O.
Mt 21, 33-43
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Jesús cuenta la parábola del dueño de la viña, que arrendó la viña a unos labradores y, pasado un tiempo, envió criados para recibir los frutos.
Pero los labradores a uno lo mataron y a otros dos les dieron una paliza.
El dueño envió más criados y los labradores hicieron lo mismo.
Por último, el dueño envió a su hijo y con éste se portaron aún peor, pensaron que, por ser el heredero, podían quedarse con la herencia.
En el tiempo de Jesús, cuando Él contó esta parábola, se refería a los profetas enviados por Dios y maltratados por los judíos, mientras que el hijo enviado por el dueño, que los labradores matarían, era Él mismo.
Hoy tenemos que preguntarnos qué nos está queriendo decir Jesús.
La viña claramente es la Iglesia.
Se nos ha entregado a los bautizados la Iglesia, Expresión del Amor de Dios, para que demos fruto.
A unos se nos va a exigir más responsabilidad que a otros pero la Iglesia es de todos, se nos ha entregado a todos, porque es de los hijos de Dios, que somos todos.
Esto tiene que llevarnos a pensar delante del Señor qué fruto estamos dando.
¿ Frutos de amor, de oración, de evangelización?
¿ O vivimos guardándonos lo que Dios nos da, centrados en nuestro yo, como una pequeña reunión, arropados junto al brasero con las faldas de la mesa camilla?
¿Tenemos mirada universal o mirada provinciana?
Hay una cosa que me llama mucho la atención de este evangelio. Es el sentido de la propiedad.
El problema de los labradores es que se creían que la viña era suya y trabajaban para sí mismos, no para su señor.
No querían darle los frutos al dueño, porque los querían para sí.
Esto me parece muy iluminador.
Me duele cuando veo que hay personas que actúan así, como si la Iglesia fuera suya.
No es nuestra, es de Dios.
Y lo que trabajemos y los frutos que demos son para Él, para que Él sea amado.
Tenemos que hacer la voluntad de Dios porque la Iglesia es de Dios, no es nuestra.
A veces he visto personas que hacen lo que quieren sin hablarlo, se ponen a mandar sin tener encargo ni cargo, y te lo justifican. Si se lo dices, hacen contigo lo mismo que los labradores con los criados del dueño o con su propio hijo.
Creo que tenemos que pensar si actuamos como si la Iglesia fuera nuestra. O como humildes servidores que entregan los frutos y no buscan apoderarse de ningún mérito ni de ninguna gloria ni buscan tampoco hacer su voluntad por encima de todo.
Es muy importante ser personas de oración para que el Espíritu nos cambie el corazón.
Entonces recibiremos luces y seremos desprendidos de nosotros mismos y no buscaremos mandar mas que si se nos da esa responsabilidad.
PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ❤
Pidamos sentir a la Iglesia como lo que es, una Institución divina.
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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