25 DE DICIEMBRE
SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
Lc 2, 1-14
El evangelio de la misa de medianoche narra el Nacimiento del Señor.
María y José habían ido a Belén a empadronarse y, "mientras estaban allí, le sobrevino a Ella el parto, dio a luz a su Hijo, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada".
Dios se hace hombre y viene a este mundo sin nada: además de la desnudez de cualquier bebé, nace al raso, de noche, en medio de la pobreza de la itinerancia circunstancial de María y José, que se encontraban lejos de su hogar.
Estas circunstancias - estar lejos del hogar y no poder alojarse en la posada - favorecerían seguramente la discreción conveniente para el parto virginal de María, y, al mismo tiempo, rodean al Nacimiento de Jesús de pobreza y sencillez evangélicas.
El Nacimiento del Señor está enmarcado, pues, en el contexto de la noche, de la pobreza, del frío y de la ausencia de hogar.
Sin embargo no quiso Dios privar a su Hijo del calor de María y José, que le darían calor físico y calor de hogar y todo su amor.
En medio de la privación y la pobreza, no quiso Dios que su Hijo naciera sin familia.
Tampoco quiso privarle de la visita de los pastores, que lo acogieron con sus corazones sencillos e hicieron así más llevaderas la pobreza, la incomodidad y las inclemencias de la noche.
Las circunstancias del Nacimiento del Señor nos llevan a plantearnos qué es lo realmente importante en la vida y nos encontramos con que el portal de Belén es una auténtica escuela de oración y de amor.
Muchas veces nos rodeamos de cosas, nos creamos necesidades y hacemos problemas de cosas que, siendo muchas veces importantes, no son lo fundamental.
El Nacimiento del Señor nos lleva a la gratitud a Dios por habernos dado a su Hijo y a María.
Pero también nos lleva a revisar nuestra vida a la luz de Belén.
Dios en su Nacimiento no dejó a su Hijo sin lo más importante: la familia - María y José- y la acogida de personas de corazón sencillo - los pastores-.
La contemplación del Nacimiento nos lleva a plantearnos si realmente valoramos lo más importante: tener a Jesús en nuestra vida, la familia y la amistad con personas acogedoras y sencillas que en medio de la noche de la vida nos ayudan a seguir el camino.
Contemplando el Nacimiento vemos también la importancia de la oración. En Belén todo es oración: María sólo con mirar a su Hijo ya está orando y José los mira a los dos y ora.
Hoy damos gracias por el Nacimiento del Salvador y pedimos valorar lo que realmente importa en la vida: ser personas de oración, tener a Dios, la familia y la verdadera amistad.
Todo lo demás es importante pero relativo. Y muchas cosas ni siquiera eso.
Mirando a Jesús, a María y a José, PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥
Entremos en la escuela de Belén y pidamos comprender que lo más importante es la oración y el amor.
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
No hay comentarios :
Publicar un comentario