sábado, 30 de diciembre de 2017

LA ESCUCHA DEL CORAZÓN

31 DE DICIEMBRE
DOMINGO POSTERIOR A NAVIDAD
Lc 2, 22-40



El evangelio de hoy es el evangelio de ayer y anteayer unidos.

Se nos vuelve a referir la Presentación del Niño en el Templo y el encuentro de la Sagrada Familia con Simeón y con Ana, ancianos profetas.

Vamos a meditar las palabras de Simeón al ver al Niño.

"Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar las naciones y gloria de tu pueblo Israel".

Simeón sólo había vivido para ver al Mesías. Su vida no había tenido otro propósito.

El Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin verlo.

Ojalá de ti y de mí se pudiera decir lo mismo: que no hemos tenido otro propósito en la vida que estar con Jesús.

A Simeón se le reveló que no moriría sin verlo.

A ti y a mí se nos ha revelado en la Iglesia que Jesús se hace presente todos los días en la Eucaristía.

Simeón se sintió impulsado por el Espíritu a ir al Templo el día de la Presentación del Niño y allí se hizo realidad la promesa de que no moriría sin ver al Mesías.

A ti y a mí también nos impulsa el Espíritu a ir al Templo a encontrarnos con Jesús presente en la Eucaristía y en el Sagrario.

Ojalá respondamos, porque el Espíritu se revela en la medida en que hay correspondencia.

Simeón dice a continuación otras palabras, dirigidas a María:

"Éste ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, y será como un signo de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma"

¡Cómo se debió de quedar María cuando le dicen que su Hijo va a ser signo de contradicción y que a Ella una espada le iba a atravesar el alma!

Ambas profecías se cumplieron.

Jesús fue signo de contradicción, que quiere decir que en su vida hubo santidad y persecución.

Hubo santidad porque es el único Santo y persecución hasta morir en cruz.

Y fue en esa cruz donde también se cumplió la profecía de María, porque, cuando clavaron a su Hijo en la cruz y sobre todo cuando lo atravesaron con una lanza, su alma también quedó atravesada.

Justo en el momento en que la Iglesia nacía del Costado de Cristo, María también nos daba a luz con el título de Madre.

La profecía de Simeón une a Jesús y a María en el Amor y en el dolor y en la Redención.

También esta profecía es para nosotros, pues si somos fieles seremos signo de contradicción porque el mundo no nos entenderá.

Y también si somos fieles Jesús nos unirá a su cruz para que el dolor sea redentor, unidos a Él y a María.

La profecía de Simeón se convierte así en profecía para cada uno y en profecía para la Iglesia, en la medida en que seamos fieles.

Pidamos hoy ser fieles a lo que Dios nos pide y no tener más propósito en la vida que estar con Jesús.

PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥

María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.

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