30 DE DICIEMBRE
Lc 2, 36-40
Desde que nace, vemos que, además de la pobreza, el desprendimiento y la sencillez, el Nacimiento de Jesús está rodeado de signos, signos acordes con la magnitud del hecho:
- la aparición de ángeles a los pastores,
- las palabras de Simeón en el Templo,
- las palabras de la profetisa Ana...
- la misma pobreza es también un signo...
Los signos son pues algo evangélico. Son señales de Dios que podemos encontrar en el camino de la vida y que nos confirman nuestro seguimiento de Cristo o nos hablan de su voluntad.
Tienen sentido en una vida de entrega y de oración y tienen sentido precisamente si no se buscan.
Por otra parte, conviene no ir viendo signos por todas partes y, cuando vemos uno, es importante interpretarlo a la luz de la oración, con prudencia, y también a la luz de una conversación espiritual con alguien que por su vida, experiencia y formación pueda iluminarnos.
Los signos normalmente no son decisivos pero sí son el lenguaje de Dios a través del cual vemos su voluntad, sus deseos y su Providencia.
No conviene ni pedirlos ni exigirlos ni interpretarlos subjetivamente, buscando una conformidad con los propios deseos.
Tampoco podemos tomar decisiones por haber visto algo que puede ser un signo. Hemos de tener prudencia. Los signos nos ayudan pero hemos de guiarnos sobre todo por lo que vemos en la oración y en la dirección espiritual.
También el Espíritu nos enseñará a intuir que algo - un encuentro fortuito con una persona, unas palabras de un libro, una homilía que trata justo de un tema que nos preocupa, unas palabras del evangelio...- es un signo a través del cual parece querer decirnos algo Jesús.
En cualquier caso, no olvidemos que el signo más importante es la paz en el corazón cuando hacemos lo que Dios quiere.
PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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