sábado, 9 de junio de 2018

LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ♥🙏🏻

10 DE JUNIO
Mc 3, 20-35



Los familiares de Jesús se presentaron donde Él estaba para buscarlo, y los que estaban con Él se lo dijeron.

Entonces Jesús dijo "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Quien haga la voluntad de Dios es mi hermano y mi hermana y mi madre".

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Creo que esta respuesta del Señor en absoluto hay que entenderla en sentido despreciativo hacia su familia, simplemente revela la realidad de que Él ahora se estaba dedicando a la familia que iba a formar, la familia de los hijos de Dios, la familia de los que queremos hacer la voluntad de Dios.

Exactamente igual que cualquier persona que se casa y forma su propia familia, no se olvida de su familia "de origen" pero tiene que cuidar de su propia familia.

O exactamente igual que los sacerdotes y los consagrados. No nos olvidamos de nuestra familia pero, además de nuestra familia, nos entregamos en la oración y en el apostolado a las personas espiritualmente, vivimos una maternidad o paternidad espiritual, y en ese sentido tenemos obligaciones y sentimos en el corazón a los demás como "nuestra familia".

De este modo, Jesús estaba queriendo decir lo que tantas veces había dicho a lo largo de su vida, que "tenía que ocuparse de las cosas de su Padre".

Aunque su madre y sus hermanos fueran a buscarlo, si no había una razón de peso no podía irse sin más, porque tenía que hacer la voluntad del Padre, Él el primero, y fundar la Iglesia, que es la Familia de los que queremos hacer la voluntad de Dios, o lo que es lo mismo, de los que queremos ser santos.

Hoy podemos preguntarnos si nos entregamos a nuestra familia.

Los casados sobre todo tienen que preguntarse si se entregan a la familia que han formado. Ésa es la voluntad de Jesús para ellos.

Los consagrados y sacerdotes podemos pedir luz al Espíritu para que nos ilumine y ver qué podemos hacer por la Familia de los hijos de Dios, la Iglesia, que es nuestra familia en términos espirituales. Ésa es la voluntad de Dios para nosotros.

Doy gracias a Jesús que, a pesar de mi pobreza, me permite sentir en el corazón como hijos en el Espíritu a todas las personas.

María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.


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