5 DE JUNIO
Mc 12, 13-17
Los fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron "¿Es lícito pagar el impuesto al César?"
Esta pregunta debía de ser tema de conversación frecuente entre los judíos. Estaban dominados por los romanos y debía de escocerles bastante tener que pagar un impuesto a un enemigo que los tiranizaba y al que odiaban.
La respuesta a esta pregunta ciertamente mostraba una ideología y una forma de ver el mundo.
Si los fariseos querían tener algo de que acusar a Jesús, era la pregunta adecuada.
Si decía que había que pagar, le ponían en contra al pueblo. Si decía que no había que pagar, le ponían en contra a los romanos.
El problema de los fariseos es que no distinguían bien la separación entre Dios y este mundo, entre los preceptos divinos y los humanos.
Es verdad que en este mundo estamos y que en este mundo tenemos que ser santos pero no podemos confundirnos.
Los preceptos divinos son fundamentalmente dos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Mientras no faltemos a ellos, todo lo demás es opinable.
Por eso Jesús respondió "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", porque el César es el poder de este mundo y Dios lo que nos pide es una vida de amor.
Los fariseos habían mezclado las cosas, precisamente porque ellos ejercían una autoridad supuestamente venida de Dios pero al modo humano y buscando perpetuarse en este mundo.
Hoy pidamos al Espíritu que nos haga santos en este mundo, sabiendo que lo único importante es amar.
Recemos también para que quien tenga que recordarnos los preceptos divinos no se contamine de la ambición humana.
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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