21 DE SEPTIEMBRE
Mt 9, 9-13
El evangelio de hoy nos cuenta el llamamiento de Mateo por parte de Jesús: Estaba Mateo en el mostrador de los impuestos y pasó Jesús y le dijo "Sígueme". Él se levantó y lo siguió.
Después fueron a comer a casa de Mateo y los fariseos de extrañaban de que Jesús comiera con pecadores. Él lo oyó y contestó "Misericordia quiero y no sacrificio, no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores".
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Nuevamente nos aparece en el evangelio de hoy ese concepto de santidad que tenían los fariseos, entendida como "no contaminación con la impureza" y como "ausencia de relación con el pecador".
Son dos errores graves que no son expresión de santidad sino de lo contrario.
Pues la santidad evangélica es la santidad que se expresa por el amor y por la humildad.
Por el amor nos relacionamos con todos, amamos a todos y no evitamos a nadie, a no ser por prudencia, porque alguien pueda inducirnos a pecar, pero por nuestra debilidad, no porque nos vaya a contaminar con su pecado, pues nos consideramos igual de pecadores que todos, pecadores que queremos amar a Jesús.
Por la humildad nos consideramos pecadores y no entendemos la santidad como un refugio de selectos, pues el único santo es Dios, todos somos pecadores, de entre los cuales algunos nos abrimos a la gracia y a la Acción del Espíritu, pero no hacemos juicios sobre los que no lo hacen.
La santidad es algo profundo, no se puede "cosificar" ni "atrapar", pues es Dios que nos habita y por el cual nos dejamos amar.
Como Dios es Espíritu, la santidad es de naturaleza espiritual, y no se pierde "por contacto", porque estemos o no con pecadores, primero porque pecadores somos todos, segundo porque el amor nos tiene que llevar a lo contrario, a relacionarnos con los demás, sólo nos distanciamos cuando la prudencia lo exige.
Por otra parte, el amor se expresa en forma de misericordia, lo cual implica que somos conscientes de todo lo que se nos ha perdonado y que no damos a nadie por perdido, sino que sabemos que por la gracia todos podemos convertirnos, también los que parecen más pecadores. Esto nos lleva a no rechazar a nadie a priori.
Hoy damos gracias a Dios por estar en nuestra alma y por santificarnos, y pedimos al Espíritu que nos mueva a vivir una vida de amor.
PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ❤🙏🏻
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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