miércoles, 19 de septiembre de 2018

LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ❤🙏🏻

20 DE SEPTIEMBRE
Lc 7, 36-50


Jesús fue a comer a casa de un fariseo y una mujer considerada pecadora entró y se puso a llorar a los pies de Jesús, también le besaba los pies y se los ungía con perfume.

El fariseo se extrañó de que Jesús se dejara tocar por una pecadora y este hecho le hacía recelar de Él.

Jesús le preguntó al fariseo que quién estaría más agradecido, aquél a quien se le perdonan muchos pecados o al que se le perdonan pocos. Lógicamente, aquél a quien se le perdona más.

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Creo que hay una frase en el evangelio de hoy que es la clave para entender lo que sucede: es cuando el fariseo piensa "Si este fuera profeta, sabría quién es esa mujer que lo está tocando, pues es una pecadora". La clave está en la palabra "tocar", pues, según la ley judía, un hombre no podía dejarse tocar por una mujer pecadora.

Para el fariseo resultaba escandaloso que alguien que era tenido por profeta se dejara tocar por una mujer impura, incurriendo Él también en impureza.

Esta norma era, como tantas normas farisaicas, una norma que no tenía en cuenta el amor, como si la pureza o la santidad se tuvieran de por sí y se perdieran por relacionarse con quien parecía ser que no las tiene.

Esto choca frontalmente con la ley del amor de Jesús, cuyo planteamiento es radicalmente distinto.

Pues la santidad no es algo que llevemos puesto o que ganemos a base de puntos sino que nos santifica el Espíritu Santo si llevamos una vida de amor y viceversa.

Tampoco la santidad es algo que "perdemos" por tocar a quien supuestamente no es santo sino que el amor nos hace a todos hermanos en Cristo y lo que nos hace santos es amarnos y viceversa.

Tampoco la santidad se basa en creer que se forma parte de una élite de puros que no se relaciona con los pecadores o "inferiores". Esto no sólo no es santidad sino todo lo contrario, pues el santo se considera indigno de recibir cualquier honor o privilegio.

En este sentido, incluso mostraba más santidad la pecadora que se arrodilla a llorar a los pies de Jesús, porque se humilla, que por supuesto el fariseo que se consideraba cumplidor y perfecto.

El evangelio de hoy intenta hacernos ver cuál es la esencia de la santidad y dónde tenemos que poner el acento en nuestra vida, que es en llevar una vida de amor y en amar a todos sin considerarnos más que nadie, y no en cumplir una normas como si nos apuntásemos tantos.

María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.


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