28 DE OCTUBRE
Mc 10, 46-52
El evangelio de hoy narra la curación del ciego Bartimeo, que estaba pidiendo limosna y que, al oír que Jesús pasaba cerca, se puso a gritarle "Hijo de David, ten compasión de mí".
Jesús lo mandó llamar y Bartimeo dando un salto se acercó.
Jesús le preguntó "¿Qué quieres?" y Bartimeo respondió "Señor, que vea". Jesús le dijo "Tu fe te ha salvado".
Bartimeo recobró la vista y seguía a Jesús por el camino.
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Jesús le dijo a Bartimeo que su fe lo había salvado. En realidad caminamos por este mundo ciegos y la luz de la fe nos salva, como a Bartimeo.
También es la luz de la fe la que nos impulsa a confiar y a pedirle a Jesús "Señor, que vea".
Porque todos tenemos nuestras cegueras.
A veces no sabemos cómo actuar con personas que nos han herido y nos han dejado marcados. Es una forma de ceguera. Perdonamos pero no sabemos cómo actuar.
En realidad no sabemos cómo actuar en muchas ocasiones. Tenemos dificultades y no sabemos qué es lo que Dios quiere.
A veces no sabemos si tenemos que tomar la cruz o alejarnos de situaciones que nos hunden.
Continuamente nos encontramos con ciegos que no tienen ni siquiera la luz de la fe. Ayer me dijo un alumno "Profesora yo soy ateo" y le contesté "Eres muy joven para decir eso" y respondió "La verdad es que tiene razón". Él también está ciego.
Vivimos con incertidumbre, sin saber qué pasará, que será de nosotros, de las personas que queremos y de nuestros hermanos los hombres. En estas cegueras de la vida cotidiana también la luz de la fe nos salva, nos hace salir de nuestra postración, nos lleva a pedir y a confiar.
Nos lleva a amar a Jesús y a tratarlo con respeto y con piedad, con unción y con confianza, como el ciego del evangelio.
Hoy el evangelio nos pide que recordemos que es la fe la que nos salva y que ante toda dificultad y todo discernimiento digamos "Señor que vea".
PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ❤🙏🏻
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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