LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ♥❤🙏
17 DE AGOSTO
JUEVES XIX T.O.
Mt 18, 19-21
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"Acercándose Pedro a Jesús le preguntó: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿ cuántas veces le tengo que perdonar? ¿ hasta siete veces?" Jesús contesta "No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete""
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Hoy el evangelio nos habla del perdón.
El perdón no tiene que ver sólo con moral y con amor. También tiene que ver con psicología y con emociones, por eso no es un tema fácil.
La última vez que me he confesado le he comentado al sacerdote que a veces no sé si he perdonado.
Me dijo que él tenía una cicatriz enorme de la operación de apendicitis, que lo pasó muy mal antes y después de la operación y que ahí había quedado la enorme cicatriz, pero que ya no había dolor. También me dijo que seguro que había perdonado aunque hubiera una enorme cicatriz.
Me pareció un excelente ejemplo, aunque no tengo muy claro que las cosas sean tan sencillas.
A las personas sensibles nos cuesta mucho el perdón, porque nos embargan los sentimientos. Es muy difícil olvidar lo que uno siente, y es muy difícil diferenciar el perdón y el olvido.
Una vez me explicaron que el verdadero valor no es de quien no tiene miedo sino de quien vence su miedo.
Del perdón pienso lo mismo. Es muy fácil perdonar si no hay ofensa.
La ofensa produce unos sentimientos y ahí es donde el perdón cuesta.
A veces la ofensa tiene unas consecuencias que persisten en el tiempo y que dejan secuelas, como por ejemplo el bullying.
A veces es muy difícil perdonar, por ejemplo si se ofende a los propios padres. En estos casos se cruzan líneas complicadas.
Todas estas circunstancias y factores me han llevado al convencimiento de que es Dios el que ha de perdonar en mí cuando yo no puedo.
Cuando esto sucede, me abandono y le pido al Señor que Él me cure y sobre todo que Él perdone en mí y desde mí.
Creo que el perdón es muy importante porque libera a las personas. Hay que decidir no sentirnos ofendidos por muchas cosas y pedir la gracia de perdonar siempre.
También hay que pedir la gracia de la sinceridad en el examen de conciencia, dialogar y dejarnos aconsejar por alguien sabio, porque a veces hay muchos malentendidos en las relaciones y en realidad nadie ha querido ofender a nadie.
Otro elemento muy importante es no pecar de ingenuidad. Muchas veces la ofensa está en que nos sorprenden los actos de las personas y creo que debemos curarnos de esperar nada de casi nadie. Si no hay ofensa, no habrá nada que perdonar.
El perdón es muy importante porque nos simplifica pero a veces tenemos heridas de la infancia y perdonar a quien las ha abierto - pero no las produjo - no las cura. Después hay que hacer todo un ejercicio posterior, además de perdonar.
Creo que hay que olvidar las ofensas y ofrecer al Señor los sentimientos. Si no nos sale, al menos tener la intención, esto es muy importante, no desear mal a nadie sino al revés, desear el bien para todos, orar y abandonarnos en Dios.
Yo a mis miserias y a mis dificultades para perdonar les doy la vuelta, se las presento a Jesús para que vea mi pobreza y le pido compasión, si se lo decimos con sincera humildad Él nos subirá hasta Él, como decía santa Teresa del Niño Jesús, y nos unirá a Él y perdonará por ti y por mí.
Le pido que su Amor se desborde y que yo perdone perdonando Él.
María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.
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