jueves, 17 de agosto de 2017

LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ♥❤🙏

18 DE AGOSTO
VIERNES XIX T.O.
Mt 19, 3-12



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En el evangelio de hoy se habla de las dos grandes vocaciones que hay en la Iglesia: el matrimonio y el celibato o la virginidad, bien sea para vivir el sacerdocio o la vida consagrada.

Del matrimonio Jesús dice que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.

Jesús se refiere al matrimonio con la expresión "lo que Dios ha unido".

Esto nos indica que es una institución de origen divino en la que Dios está presente y actúa, de tal modo que los cónyuges realmente han sido unidos por Dios.

Ambos se deben guardar fidelidad mutuamente, teniendo en cuenta que la fidelidad matrimonial tiene una peculiaridad: no es fidelidad sólo al cónyuge sino también a Dios.

Creo que muchos matrimonios deberían orar juntos y meditar en la realidad de que son un proyecto de Dios y de que han sido unidos por Él.

La otra gran vocación es la vocación al celibato o a la virginidad. De esta vocación Jesús dice que "no todos la entienden sino los que han recibido ese don".

Estas palabras nos muestran dos características de esta vocación: una es su carácter minoritario, otra es su carácter de don.

En el matrimonio Dios le entrega a cada uno el don del otro y les ofrece a ambos un proyecto común.

En el celibato y en la virginidad Cristo mismo se entrega a la persona como don.

Jesús dice que no todos entienden esta vocación, porque es una vocación que en esencia no tiene que ver con este mundo. Por eso, no puede ser entendida por la mundanidad.

La esencia de esta vocación, en cualquiera de sus formas, es que la persona está llamada a recordar a los demás con su vida la realidad futura, y, en ese sentido, la persona célibe o virgen es la primera que debe vivir desapegada de este mundo, viva en el mundo o no, para poder dar testimonio a sus hermanos.

Jesús lo expresa con estas palabras: "Hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos". El celibato o la virginidad son por el reino de los cielos, no por ningún otro motivo.

Lo más importante del Evangelio de hoy es que su lectura nos lleve a amar a la Iglesia. Todos somos hijos de la Iglesia y amándola amamos todas las vocaciones que hay en ella y viceversa.

Sobre todo hemos de amar la propia vocación porque nos la ha dado Dios y porque es la voluntad de Dios sobre ti y sobre mí.

Lo importante para cada uno es vivir lo que Dios quiere para cada uno, eso es la vocación, en definitiva.

María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.

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