domingo, 8 de octubre de 2017

LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ❤❤🙏🏻🙏🏻

9 DE OCTUBRE
LUNES XXVII T.O.
Lc 10, 25-37



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En el evangelio de hoy se nos presenta la parábola del hombre que fue apaleado en un camino y fue atendido por un samaritano, después de que un sacerdote y un levita pasaran de largo al verlo.

Hoy se nos pide que reflexionemos sobre el Amor a Dios y al prójimo.

Continuamente aparecen en el evangelio las clases sociales de la época. Se conoce que las diferencias entre unos y otros estaban muy marcadas.

El sacerdote y el levita eran personas muy bien consideradas, mientras que los samaritanos eran considerados personas medio paganas, poco o nada ortodoxos, una especie de infieles e idólatras.

Jesús parece querer decirnos todo el tiempo que tenemos que deshacer los prejuicios, que una cosa es lo que la gente piensa y otra muy distinta la persona concreta, su corazón, su verdadero fondo.

Jesús siempre va a la persona, a su alma, a su verdadero fondo.

La cuestión de hoy es quién es nuestro prójimo.

El hombre apaleado era prójimo del sacerdote, del levita y del samaritano, porque todos se encontraron con él. Pero sólo el samaritano lo trató como prójimo.

El prójimo en realidad lo decidimos cada uno.

Uno puede decidir si alguien es su prójimo o no.

Según cómo tengamos de grande el corazón, tendremos muchos o pocos prójimos.

Deberíamos decidir que los prójimos de Jesús son nuestros prójimos. Así tendríamos a todo el mundo en el corazón.

Esto, por supuesto, no es decisión nuestra. El Espíritu Santo tiene que meternos esto en el corazón, tiene que ordenar en nosotros el Amor.

Tenemos que ser transformados en la oración y en los sacramentos, para que nuestro corazón se agrande y Jesús pueda amar en ti y a través de ti.

También tenemos que deshacer los prejuicios.

Conozco a una persona a la que un grupo formado por un sacerdote y unas consagradas le hicieron acoso durante años.

La dejaron apaleada y medio muerta y pasaron de largo.

Y personas que no son tan devotas curaron sus heridas con la amistad.

Estas cosas también hay que pensarlas delante del Señor. No sólo hay que hacer obras de misericordia sino que también hay que ser sencillamente buenas personas.

A veces no solo hay que poner A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ❤ sino dejarlo un buen rato en remojo delante del Sagrario para que se le caigan todas las costras y se remojen bien todos los pecados.

Y, si tenemos heridas, para que nuestro Jesús, nuestro Samaritano, nos las cure.

Pidamos al Espíritu que nos introduzca a todos los prójimos en el corazón.

O que nos introduzca en el Corazón de Cristo para que se nos revelen los misterios de su Amor.

O que nos haga Eucaristía para que seamos en la Iglesia el Amor, como santa Teresa del Niño Jesús.

María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.

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