sábado, 11 de noviembre de 2017

LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ♥♥🙏🏻🙏🏻

12 DE NOVIEMBRE
DOMINGO XXXII T.O.
Mt 25, 1-13



Para este domingo la Iglesia nos da como alimento la preciosa parábola de las vírgenes.

Dice Jesús que el reino de los cielos se parece a diez vírgenes, cinco prudentes y cinco necias, que esperaban al Esposo.

Todas llevaban lámparas de aceite pero las prudentes llevaban además alcuzas con aceite de más.

Al llegar la noche, llegó el Esposo y las lámparas de las necias se apagaban porque habían consumido casi todo el aceite.

Las necias se fueron a comprar aceite y, mientras, llegó el Esposo. Como estaban fuera, no pudieron entrar con Él al banquete de Bodas.

Todos los elementos de este evangelio tienen una significación profunda y delicada, de ahí su belleza.

El Esposo es Cristo.

Las vírgenes somos todos los hombres.

Las lámparas representan la luz que hemos de dar.

El aceite es la oración y los sacramentos, gracias a los cuales podemos mantenernos con luz,  iluminados por el Espíritu.

La noche es la vida de la fe, que normalmente sucede a oscuras, sin apoyo de los sentidos.

El banquete de Bodas es la Eucaristía y también es la eternidad.

No tener aceite significa no tener el corazón puesto en Cristo, estar disperso en mil cosas, no tener el corazón en lo único importante.

Todos somos vírgenes para Jesús, la virginidad es vivir sólo para Jesús, darle a Él todo el corazón.

Hay personas que por vocación vivimos esta llamada a la virginidad con absoluta radicalidad.

Las personas vírgenes y célibes la llamada a darle a Jesús todo el corazón la vivimos con plenitud y en todos los niveles de nuestro ser.

Pero de todos espera Jesús la virginidad del corazón, es decir, que el corazón sea para Él, viviendo esto cada uno en su estado y con sus circunstancias - vírgenes, célibes, casados, solteros sin compromiso definido... -.

Todos tenemos que esperar a Jesús con la lámpara encendida en la noche de la fe. Tenemos que esperarlo tanto para recibirlo en cada Comunión como para recibirlo en la Unión plena en la otra vida.

Tenemos que tener suficiente aceite para que Cristo no nos encuentre dispersos o ausentes.

El aceite lo recibimos en la oración y en los sacramentos.

Si no tenemos suficiente aceite es porque no tenemos el corazón puesto en el Señor y lo tenemos disperso en mil cosas secundarias.

Hoy la Iglesia espera con este evangelio que veamos si lo que tenemos en el corazón es a Dios y que le pidamos al Espíritu que quite de nuestro corazón todo lo que no es Dios.

PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥

María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.


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