sábado, 3 de marzo de 2018

LA ESCUCHA DEL CORAZÓN ♥🙏🏻

4 DE MARZO
Jn 2, 13-25



El evangelio de hoy nos cuenta que Jesús subió a Jerusalén por Pascua y que al llegar al Templo vio a los comerciantes negociando. Esto le indignó y los expulsó a todos dándoles con un azote de cordeles y diciéndoles "No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre".

A continuación los judíos le preguntaron por qué obraba así y Él les respondió "Destruid este Templo y en tres días lo levantaré". Ellos se sorprendieron por la respuesta pero Él les hablaba del Templo de su Cuerpo.

El evangelio de hoy es muy bonito, nos habla de lo que es un templo.

Para los judíos el templo era el Templo de Jerusalén.

Para nosotros el templo es todo lugar especialmente consagrado al Señor, cualquiera de nuestros templos donde día y noche está Jesús en el Sagrario.

Un templo es también nuestra alma, pues por el Bautismo todos estamos consagrados al Señor. El alma, si está en gracia, es por tanto "lugar consagrado donde Dios mora". Así lo dijo Jesús: "Al que me ame mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él".

El Espíritu nos pide que consideremos que somos templos suyos. Muchas veces tendemos a olvidarlo.

Que la Trinidad nos habita es una verdad que merece ser considerada para vivir acordes con esa dignidad.

El evangelio de hoy nos da algunas pistas.

Lógicamente vivimos en el mundo y tenemos que adquirir cosas, comprar, vender... Lo que se nos pide es no hacer de nuestra vida un negocio. Trabajar y vivir con dignidad pero no vivir una vida de interés, de beneficio, de sacar partido a todo, sino una vida de amor.

La Trinidad habita donde hay amor, pues Dios es Amor. De este modo Jesús estará contento en un alma humilde que detesta todo pecado.

Hemos de dedicarnos a amar a este Huésped que es Dios y amarlo supone una vida de oración porque nos dedicamos a contemplar a Aquél que nos ama y que nos habita.

Lo hacemos "encerrándonos" con Él en el templo de nuestra alma o contemplándolo en un Sagrario de un templo construido por mano de hombre.

Así debe ser nuestra alma, como un templo edificado, con su silencio y su oración, con su vertiente de caridad que nace de la Eucaristía. Del mismo modo, el templo que es la persona tiene que manifestarse al exterior en caridad, que nace de la vivencia que tiene la persona del Amor de Dios en la oración y en la Eucaristía.

Hoy la Iglesia nos da para nuestro alimento un evangelio muy bonito que puede ayudarnos a considerar cuánto nos ama Dios y qué dignidad tan grande tenemos pues la Trinidad nos habita por dentro.

Como les decía santa Teresa de Jesús a sus monjas "No estáis huecas".

PON A LA ESCUCHA EL CORAZÓN ♥

María Dolores, virgen consagrada. Archidiócesis de Madrid.


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